En el ocaso de la guerra civil española, Julián, un joven soldado republicano, cae herido cuando intentaba cruzar la frontera por los Pirineos. Al borde de la muerte, lo siguiente que recuerda es despertar en un campo de prisioneros para los españoles derrotados en la guerra. Un oscuro e incierto futuro le quedaba por delante. Esclavos de Franco, de Chesus Calvo, refleja esa otra España que no se veía. En la España de la miseria, las cartillas de racionamiento, el hambre, el estraperlo y la censura; había otra España invisible, llena de barracones, raciones de comida, trabajos forzados y represión.
Es precisamente este último aspecto el que desarrolla Esclavos de Franco. La represión franquista se ejerció de modos diversos. Exiliados, encarcelados, expropiados o depurados. La crueldad del sistema no conocía límites. Y una de las manifestaciones represivas más contundentes fue precisamente la llamada «redención de penas por el trabajo», que posibilitaba al preso la posibilidad de reducir parte de la condena mediante su propio trabajo. Pero que en la práctica supuso la creación de un cuerpo de trabajadores esclavos al servicio del Estado; y que le granjeó pingües beneficios. Sin duda, una de las prácticas más agresivas del Estado franquista.
Los trabajadores-esclavos
Estos trabajadores esclavos soportaron bajo sus espaldas el proceso de reconstrucción del país. Mano de obra gratuita que se puso al servicio de las grandes empresas españolas; que tuvieron la oportunidad de crear imperios económicos. Una práctica por la que ninguna empresa ha dado explicaciones ni pedido perdón hasta la fecha. Y por supuesto, tampoco han resarcido económicamente a las familias ni se han sentado en un banquillo. Renfe, Astilleros de Cádiz, Agromán, Dragados y Construcciones o Banús Hermanos, son solo algunas de estas empresas. Sus trabajadores no cobraban, y tenían que soportar duras condiciones de trabajo. Hambre, sed, frío, calor, humillaciones o enfermedades.
Esta mano de obra esclava no siempre era obligada. En muchas ocasiones los presos se acogían a ella con resignación para reducir su condena. Pero en la mayoría de los casos, nunca hubo posibilidad de elección. Es cierto que por cada día de trabajo se redimía parte de la condena. Y que recibían un jornal. Pero no siempre se cumplían ambas prácticas.
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Esclavos de Franco
Esta práctica es la que Chesus Calvo nos trae en Esclavos de Franco. Tras despertarse, Julián se encuentra cautivo y desorientado, camino de un campo de prisioneros en el norte de España. Ha tenido suerte y se puede considerar afortunado. Tras recibir un disparo en la cabeza, ha sobrevivido. Sin embargo, su suerte se vuelve esquiva cuando descubre su condena: 20 años de prisión. ¿Su delito? Ser hijo de republicano.
El resultado es una obra magnífica en la que se aprecia la crudeza del destino que le tocó vivir a cientos de miles de españoles, represaliados por el régimen, y sometiéndoles a un estado de semi-esclavitud. Humillaciones, falta de humanidad, muertes, enfermedades… Chesus Calvo nos muestra con gran precisión el día a día de un campo de prisioneros, entremezclando con retazos de su vida antes de ser detenido. Sus amores, la relación con su familia, o el desarrollo del conflicto civil. Sin lugar a dudas, una lectura que debería ser obligatoria en las escuelas.
A la edición le acompaña un magnífico prólogo de Enrique Gómez, presidente de la Asociación de Recuperación de la Memoria Histórica de Aragón. Ya solo por poder leer este prólogo, la compra habrá merecido la pena.
- Esclavos de Franco
- Chesus Calvo
- GP Ediciones
- 2019
- 17,00€