El final de todos los agostos

Cabos sueltos, asuntos sin resolver, y un pasado que siempre vuelve, que no se te quita de la cabeza. El recuerdo de alguien que nunca se fue, pero que se marchó hace mucho. Más de lo que recuerdas. Más de lo que te gustaría. El dolor del arrepentimiento, de la oportunidad perdida, del no saber que hubiera sido si… Pero, ¿Y si de repente tuvieras la oportunidad de regresar a ese pasado? ¿Cambiarías algo? Este es el planteamiento inicial de El final de todos los agostos, una obra que rasca en nuestros recuerdos y en la nostalgia.

Una obra íntima, cercana y muy sencilla. Un cómic que habla de amor y sentimientos, pero sin ser necesariamente una obra romántica. Sin grandes alardes, pero con un dibujo bonito, muy apropiado para ilustrar una historia llena de sentimientos, sensaciones y frustraciones. Resultará complicado que cualquier lector adulto no sienta en cierto modo que esta obra es suya.

El final de todos los agostos

El argumento del cómic gira en torno a Dani, un joven que está a punto de casarse con otro chico, pero antes del gran día decide viajar solo al pueblo en el que veraneaba un mes al año cuando era un niño. El pretexto del viaje es un reportaje fotográfico que está realizando y que consiste en volver a tomar las mismas fotografías que realizó cuando pequeño, y que tienen un significado especial para él. Sin embargo, existen otras razones de mucho más peso para realizar ese viaje. Un viaje interior en el que espera encontrarse con una parte de su pasado que creía tener olvidada, pero que nunca consiguió olvidar.

El resultado final es maravilloso. Desde la sencillez, el zaragozano Alfonso Casas nos deja una obra preciosa, muy cuidada y llena de fuerza. Nos habla de los primeros amores, de la eterna insatisfacción de los adolescentes, de la inocencia de la niñez y de cómo va mutando el mundo que nos rodea a medida que crecemos. Tal cómo señalamos al principio, con matices, podría ser el cómic que narrase la vida de cualquier lector adulto.