La función del cómic – Michael Matly

Un cómic deja de pertenecer a su autor cuando hay un primer lector. Más allá de futuras segundas ediciones con ligeros retoques, un autor nunca vuelve a tener el control sobre su obra desde el mismo momento en el que se publica. Con esta premisa comienza la magnífica obra de Michael Matly, La función del cómic; editada por la Asociación Cultural Tebeosfera. Una obra que parte de su tesis doctoral sobre el cómic y la Guerra Civil española; en la que analizó aproximadamente unas 500 obras publicadas sobre el tema. Los problemas metodológicos y teóricos derivados de dicho estudio dieron como resultado la presente obra. Una verdadera maravilla para los amantes de los libros teóricos sobre cómics, y que nos recuerda mucho a Entender el cómic, de Scott McCloud.

Los cómics pueden abordar temas políticos, sociales o filosóficos. Y más allá del entretenimiento, proporcionan información sobre los estilos de vida y las sociedades de la época a la que hacen referencia. El cómic plasma sobre el papel el imaginario común y colectivo; pero siempre bajo el filtro del propio autor. Por ello, para Michel Matly «los cómics son tanto objetos de historia como objetos históricos». Prácticamente sin excepción cualquier tema proporciona información muy valiosa que el lector interpreta y sobre los que se puede reflexionar. La función del cómic gira en torno a esta premisa.

La función del cómic: representación y transmisión

En los primeros capítulos del libro se aborda la capacidad de representación y transmisión de los cómics. Michael Matly denuncia que en los cómics no se suele prestar atención al mensaje; a la historia que hay detrás. Al contrario, el foco se sitúa en el estilo propio del autor; en la técnica y en su dibujo. Y para él, eso es un error. Matly, hace un recorrido a través de diversos aspectos teóricos del cómic que nos ayudan a valorarlo como una obra que transmite un mensaje; y en el que el lector juega un papel de primer orden. El lector reinterpreta; recolecta lo que previamente ha cultivado el autor. Y en esta recolección no podemos despreciar la capacidad de elección del propio lector. En buena medida, esto nos sirve para diferenciar al cómic de otros medios como la literatura o el cine.

Dicho de otro modo, dependiendo de sus propias inquietudes, el lector interpretará la obra, independientemente de la intención del autor. Esta distorsión de la obra original permite distintas interpretaciones que pueden ser opuestas entre sí. Habrá tantas interpretaciones como lectores tenga. Y podrán entrar en contradicción, o no. El lector es dueño se su propia lectura, y por lo tanto puede eliminar partes y quedarse con lo que más le interesa; incluso aquellos aspectos que eran secundarios para el autor. Entra en juego aquí la triada autor-obra-lector; que será determinante en la obra de Michael Matly.

Los elementos de la ficción no son, pues, parte de la realidad, sino parte de una realidad: la que percibe el autor y la que él considera que será reconocida por su lector.

La ficción de la realidad

Acerca de la representación, otro aspecto muy interesante que se refleja en La función del cómic es cómo el autor se ve obligado a tomar posiciones que sean más o menos identificables por el lector; para acercarle a la representación de la realidad que trata de mostrar. De este modo, si ambos comparten el contexto, el autor puede prestar más atención a la narrativa. Esta idea cobra mucha importancia en la obra.

La ficción de la realidad se convierte por lo tanto en un pilar fundamental del cómic; y es objeto de todo tipo de análisis. Y también tenemos que tener muy en cuenta que la interpretación de la realidad depende mucho de la memoria colectiva. De ahí que sea complicado para un autor, separar su cómic de la realidad presente. Si valoramos una obra sobre la guerra civil española de los años 50, con otra más actual de la misma temática, veremos rápidamente las diferencias entre ambas. Y buena parte de las mismas se deberán a las distintas realidades en las que fueron creadas; independientemente de que abarquen el mismo marco temporal.

No podemos olvidar que el autor no describe ni muestra un tema, sino la idea que él tiene sobre dicho tema. Y lo mismo diríamos para el lector. De ahí que las interpretaciones y reinterpretaciones sean siempre diversas y complejas. No es solo entender una obra, sino el contexto social en el que se publica. Para entender en plenitud una obra, hay que tener presente al lector.

La imagen como medio de transmisión

La obra de Michel Matly aborda también el valor y la importancia de la imagen. Denuncia que la imagen es entendida en el entorno educativo como un «encanto de serpiente»; una distracción que promueve la imaginación por encima del pensamiento lógico. Y aunque por suerte, hoy día cada vez hay menos profesionales que piensan así, no podemos estar más de acuerdo con el autor cuando hace la denuncia. Por desgracia, en los centros educativos todavía hay muchos profesores que miran con recelo a los cómics, por entender que es un derivado infantil de los textos escritos.

Pero la imagen y el texto, lejos de ser vistos como dos elementos antagónicos, son totalmente compatibles. La imagen carece de límites, y ofrece unas posibilidades casi ilimitadas. Y por otro lado, el texto sí que puede limitar, fijar y detener la deriva semántica a la que invita cualquier imagen. Sirve de anclaje para la imagen. Afirma Matly que la importancia del texto es limitada, porque el lector percibe primero la imagen; y por lo tanto, el sentido que le da a las palabras siempre se moverá dentro del campo que previamente ha delimitado la imagen. Dicho de otro modo, no podemos caer en el error de pensar que el texto guía la interpretación de la imagen. Más bien, al revés.

En definitiva, una obra teórica muy recomendable, que invita a reflexionar sobre la función del cómic.

  • La función del cómic
  • Michel Matly
  • Traducción: Silvia Sevilla y Félix López
  • Prefacio de de Éric Dacheux
  • ACT Ediciones
  • 2020
  • 12€

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