El árbol que da sombra (Hidamari no ki) fue uno de los últimos mangas del maestro Osamu Tezuka, publicado entre 1981 y 1986. En España ha sido publicado por la editorial Planeta en 8 volúmenes, en tapa blanda, y cada tomo incluye referencias históricas de sumo interés. Un cómic magnífico para introducir al lector en los cambios fundamentales que se produjeron en Japón con el cambio de siglo.
¿Quién es Osamu Tezuka?
Nacido en Osaka en 1928, en pleno proceso expansionista de Japón, el que hoy es conocido como “el dios del manga”, se convirtió rápidamente en un prolífico autor, tras emular las técnicas empleadas por el gigante americano Walt Disney. Todavía hoy muchas de sus historias siguen siendo obras de referencia para autores contemporáneos, y sus ideas, imperecederas, siguen sirviendo de fuente de inspiración a artistas de todos los rincones del planeta. Entre sus obras más relevantes destacan Astroboy, Metrópolis, Adolf, Fénix, Buda y El árbol que da sombra. Con un estilo de dibujo infantil, que le ha provocado no pocos rechazos, Tezuka se ganó, por méritos propios, un hueco en el panteón de los grandes dibujantes de cómics junto a Will Eisner, Uderzo, Alan Moore, Frank Miller o Jack Kirby.
Osamu Tezuka, dios del manga
Muchas veces hemos leído que Osamu Tezuka es el dios del manga, pero, ¿conocemos realmente por qué? ¿Sabemos cómo creo Tezuka su imperio? Pese a todos los precedentes anteriores, el verdadero padre del manga es considerado OSAMU TEZUKA, que tomó como base de inspiración la animación de Disney, creada en 1923, y añadió su propia innovación, creando un género totalmente nuevo.
Terminó su primera obra en 1947 (La nueva isla del tesoro) y vendió 400.000 ejemplares de golpe. Había creado un nuevo arte que combinaba el movimiento del cine, con las letras y el dibujo del cómic. A partir de él surgieron numerosos autores que copiaron su estilo.
Osamu Tezuka fue un buen dibujante y animador, pero un nefasto administrador, que llegó a mandar a la quiebra la revista que él mismo había fundado (COM).
Obras de Osamu Tezuka
Osamu Tezuka escribió muchos mangas, destacando joyas como Buda, donde se muestran las debilidades del hombre y el poder del sacrificio y la perseverancia, dos valores fundamentales en la sociedad japonesa. Fénix, en donde se relatan varios mitos japoneses. Astroboy, que pone a debate la madurez de la sociedad y las posibilidades de las tecnologías. Y numerosos cuentos clásicos que tienen su propia adaptación en manos de Tezuka como La nueva isla del tesoro o Don Drácula.
La nueva isla del tesoro
Vamos a centrarnos en una de sus obras menos conocidas, La nueva isla del tesoro. Una obra histórica que marcó un antes y un después en el manga de la posguerra y que erigió a su autor a la categoría de leyenda. En 1947, un joven Tezuka de apenas 18 años recibe un guión para ilustrarlo, y el resultado fue La nueva isla del tesoro, un relato que sólo lejanamente recordaba a la novela de Robert Stevenson en la que supuestamente se inspiraba, añadiendo elementos clásicos como el mapa del tesoro o la tripulación de piratas sanguinarios, junto a otros que nada tenían que ver como un pseudo Tarzán llamado Barón.
Tras muchos retoques para que fuera comprensible para un público infantil, la obra salió publicada y obtuvo un éxito rotundo. Con más de 400.000 ejemplares vendidos, el autor se dio a conocer, posibilitándole la oportunidad de desarrollar todo un género nuevo: el manga.
A pesar de todo, Osamu Tezuka nunca estuvo conforme con su obra como resultado de los recortes a los que se había visto sometida. Motivo por el cual, a principios de los 80 la editorial Kodansha emprendió la tarea de recopilar la obra original, para lo cual, Tezuka tuvo que redibujar parte de la obra ya que los originales se habían perdido hacía años.
Por otra parte, incluso pudo modificar parcialmente el final de la historia.Pese a lo ingenuo del guion y un dibujo todavía titubeante, esta Nueva isla del tesoro fue la llave de un tesoro aún superior, que abrió la floreciente industria de los manga, uno de los pilares de la cultura japonesa.
Metropolis
Merece la pena detenernos en otra de sus obras: Metropolis, una pieza clave dentro de su trayectoria profesional y que nos descubre a un autor en plena consolidación de su propio estilo y a la búsqueda de los principales recursos de la narrativa gráfica en tanto que vehículo de ideas. Nos muestra, además, a un Tezuka inquieto, con la voluntad de explotar al máximo la potencia de la historieta, y en el que ya se divisa al futuro autor de obras maestras como Astroboy, La Princesa Caballero, Black Jack o Budha o El árbol que da sombra.
No se trata de una adaptación de la película de Fritz Lang de 1927 del mismo nombre; y nada tiene que ver con su argumento. Tezuka muestra su admiración por los progresos técnicos y científicos que, supuestamente, depararía el futuro, pero también su preocupación por que la propia raza humana siga empeñada en crear guerras y conflictos. No olvidemos que pocos años atrás había concluido la II Guerra Mundial, durante la cual, Tezuka había vivido la fuerte militarización de la sociedad y la carencia de alimentos. En su aspecto gráfico, Metrópolis exhibe la omnipresente pasión que Tezuka sentía por Walt Disney y sus diseños “redondos”.
El árbol que da sombra
El árbol que da sombra es una de las últimas obras que publicó en vida. Se trata de un manga de género histórico ambientado en las últimas décadas del shogunato Tokugawa; y en el que se narran las aventuras y desventuras de Ryoan Tezuka, personaje real, y que a su vez es bisabuelo del autor; y Manjiro Ibuya, personaje ficticio.
Ambos son vecinos del mismo barrio de Edo (nombre que recibió Tokio hasta 1868), pero de clases sociales diferentes. Ryoan es estudiante de medicina de la famosa Academia Teki, en Osaka. Y pertenece a los denostados “médicos holandeses”, es decir, aquellos que han abrazado la escuela de medicina occidental; lo que le convierte en un firme partidario, junto a su padre, de los centros de vacunación, algo que era aborrecible para los médicos tradicionales japoneses de principios del siglo XIX.
Por su parte, Manjiro Ibuya pertenece a la denostada clase samurái. De origen humilde, pertenece al han de Fuchu, y con orgullo va a relevar a su padre, que acaba de jubilarse. Parte de un sueldo humilde, acorde a su baja condición social, aunque él lo lleva con orgullo y gallardía. Pero su destino está escrito con mayúscula en la historia de Japón, y no tardará mucho en sentir en sus propias carnes la montaña rusa de los cambios en los que se iba a ver inserta Japón hacia mitad del siglo XIX.
Qué cambios se produjeron en Japón con los meijis
La coexistencia de estructuras feudales y monárquicas, y el desposeimiento progresivo del poder del emperador en beneficio del Shogun o jefe militar caracterizó a Japón durante siglos hasta la época meiji. El shogunato, nacido a finales del siglo XII, llegó a su máximo esplendor con el advenimiento de la familia Tokugawa al poder. Sin embargo, la miseria campesina, las graves dificultades económicas de los nobles de la corte y de los señores feudales, la agitación samurái, cansada de un largo periodo de paz y pobreza, el shintoismo y el culto al emperador, y el humillante encuentro con occidente, llevaron al último Shogun (Tokugawa Yoshinobu) a rendir su poder al emperador en 1867. Se declaraba así el fin del sistema de gobierno que él encarnaba (Bakufu).
Japón y la asimilación del saber occidental
Desde finales del siglo XVIII, al calor de la Ilustración francesa, se produjo en Occidente el paso del Antiguo al Nuevo Régimen, caracterizado por residir el poder en manos de la nación; la aparición de la clase política; el florecimiento de conceptos nuevos procedentes de la Ilustración como propiedad privada, ciudadanía o progreso; y la consolidación de un nuevo marco político bajo el amparo de distintos textos constitucionales. De este modo, la Constitución pasaba a ser el documento legal que representaba a la nueva nación floreciente en países como España, Francia, Países Bajos, Bélgica o los EEUU.
De manera similar, aunque más tardío en el tiempo, entre 1868 y 1889 Japón aparecía dominada por una doble corriente centralizadora y liberal, caracterizada por el establecimiento de asambleas en donde debatir las cuestiones políticas, la ruptura con las costumbres del pasado, la renuncia a los antiguos privilegios y la asimilación del conocimiento occidental. Así, la ciencia y la tecnología de Occidente se concibieron como el camino necesario para reforzar los cimientos del nuevo gobierno imperial.
Esta asimilación del saber occidental llevó a Japón a modernizar los sistemas de transporte y comunicación (en 1872 se inauguró la primera línea de trenes Tokio-Yokohama). Se pusieron en marcha industrias siderúrgicas y textiles, destacando la isla virgen de Hokkaido, que se empezó a explotar como centro para desarrollar la primera industria química nacional, que en poco tiempo se convirtió en la segunda más grande del mundos. También se reformó al estilo occidental la educación clásica japonesa. Se modernizaron las academias militares y el armamento. Se desarrolló la imprenta y con ella el negocio del periodismo (el primer periódico japonés surgió en 1872). Por supuesto, se impregnó de los distintos textos políticos y cuerpos jurídicos europeos y americanos para elaborar su propia Constitución, etc.
Fukoku Kyohei, nación rica, ejército poderoso
El lema era fukoku kyohei, “nación rica, ejército poderoso”; y entendían que para ello era básico y esencial absorber todo el conocimiento de Occidente. Aunque paradójicamente, al mismo tiempo se insistía en criticar las injerencias de Occidente. Como resultado, el gobierno empezó cada vez más a controlar los libros de texto y hacer énfasis en valores como la lealtad, el deber, el sacrificio o el patriotismo.
Sin embargo, este empeño por introducir el pensamiento occidental en Japón no se inauguró en 1868 coincidiendo con el advenimiento de la nueva dinastía meiji, sino que ya era visible décadas atrás, siendo Fukuzawa Yukichi (1835-1901) el mejor representante de este movimiento.
El contacto con Occidente: El árbol que da sombra
Otro factor a tener en cuenta es el contacto con occidente. Hasta la fecha Japón había permanecido relativamente al margen de la influencia occidental (a diferencia de China). Pero el 8 de julio de 1853 todo cambió con la llegada del capitán Matthew C. Perry a la bahía de Tokio con cuatro buques de guerra. Solicitó el derecho de los navíos americanos a entrar en sus puertos, pero el Bakufu se negó. Un año después, el capitán volvió con ocho buques de guerra (los llamados “barcos negros”), y el Bakufu se vio obligado a firmar el Tratado de Kanagawa que abría dos puertos a los navíos americanos. Fue la antesala del Tratado de Amistad y Comercio con los EEUU, firmado en julio de 1858. Y es también el punto de partida de El árbol que da sombra.
Véase más información del contacto entre Japón y occidente en el siguiente vídeo:
Los barcos negros y El árbol que da sombra
La historia de nuestros personajes cambia de rumbo con la llegada de los barcos negros. Sobre todo cuando Manjiro recibe el encargo de servir como guardaespaldas del embajador estadounidense Townsend Harris y su traductor e intérprete holandés Henry Heusken, con el que hará una fuerte amistad. Resulta muy interesante el personaje del traductor, que se verá fuertemente impactado por el carácter del pueblo japonés, en una línea muy similar a la que la antropóloga Ruth Benedict reflejara en su icónica obra, El crisantemo y la espada, de 1946. Este intérprete se acabaría convirtiendo en el primer cónsul de los Estados Unidos.
Aunque parten de situaciones muy dispares, las historias de los dos personajes de El árbol que da sombra se entrelazan. Se presenta así la época de cambios turbulentos que vivió Japón en la segunda mitad del siglo XIX, tras la llegada de los primeros barcos americanos al país del sol naciente. Allí se encontraron un país diferente, con tradiciones bien distintas a las occidentales. Pero también con una sociedad en franca decadencia y con un sistema político carcomido por siglos de burocracia corrupta, costumbres políticas poco prácticas, y un empeño improductivo por conservar los valores tradicionales. Así, a través de sus páginas, se van mostrando los patrones de la cultura japonesa.
Personajes y hechos históricos
También resulta muy interesante la gran cantidad de personajes y hechos históricos que se entrelazan en sus páginas a lo largo de la obra. Hito Irobumi, Fukuzawa Yukichi, o Masahiro Abe. Toda una pléyade de reformistas, pensadores, políticos y militares que Tezuka va encajando de manera gradual en el desarrollo de la historia. Nos topamos así ante una obra mayúscula que enlaza hombre y cultura; cultura y personalidad.
¿Qué momentos históricos se reflejan en El árbol que da sombra?
De alguna manera, El árbol que da sombra viene a confirmar la tesis de que la revolución meiji no fue una revolución al estilo occidental, con barricadas, revueltas y sangre por las calles, sino una larga evolución del régimen Tokugawa hasta el punto de que el intercambio de poder parecía el desenlace lógico y esperado por la mayor parte de la población.
Prueba manifiesta de esta situación fueron sucesos como la llegada de los “barcos negros”, la primera audiencia de los diplomáticos americanos con el shogun Iesada; el terremoto que arrasó Edo; la epidemia de cólera que arrasó Japón, y especialmente la ciudad de Edo, con miles de muertos; la fabricación de hornos industriales; la irrupción de los centros de vacunación; los orígenes de la Academia Teki, que a la postre se transformaría en la primera Facultad de Medicina de Japón; la fundación del puerto de Yokohama y la posterior transformación en una ciudad industrial; los ataques terroristas a diplomáticos, embajadores y políticos japoneses y extranjeros; el reclutamiento y el adiestramiento militar de la generación que luego se convertiría en protagonistas del expansionismo japonés; o el nacimiento del grupo extremista shinsengumi de ideología joi.
El árbol que da sombra, y el inicio de una nueva era
Todos estos hechos se suceden por las páginas de El árbol que da sombra, al mismo tiempo que proliferan los conflictos y la corrupción en torno al Bakufu, por un lado; y los planes para derrocar al régimen Tokugawa, por otro. El inicio de una nueva época para Japón se asoma a través de la ventana que nos abre Tezuka. Aunque sea como fuere, en el nuevo régimen se repetirían las contradicciones de las fuerzas que habían provocado la caída del anterior, sus comedimientos y sus audacias, la historia y la revolución. Pero eso forma parte ya de otra parte de la historia.
¿Qué recursos didácticos podemos aprovechar de El árbol que da sombra?
Desde un punto de vista didáctico, El árbol que da sombra resulta de sumo interés. Este cómic es una historia en imágenes, y de sus páginas podemos aprender mucho sobre la historia del Japón contemporáneo y de su contacto con los países de Occidente. Veamos a continuación algunos de los contenidos que podemos trabajar con nuestros alumnos y alumnas
Medicina occidental vs medicina tradicional
Nuestro objetivo es que el alumnado reconozca y valore el progreso tecnológico. Así como los cambios mentales que se produjeron en Japón a raíz del contacto con occidente. A lo largo del cómic se percibe perfectamente como determinados sectores de la sociedad japonesa recibieron con rechazo e incluso con miedo la medicina occidental; y trataron con desprecio a todos aquellos profesionales de la medicina que decidieron adaptarse a las influencias europeas. Eran los llamados médicos holandeses. Un término empleado de manera peyorativa por los partidarios de la medicina tradicional, que por otro lado contaban con el apoyo de la corte imperial y del bakufu.
En este particular, resulta llamativo para la clase el miedo de la sociedad japonesa a la vacunación, ya que estaba ampliamente extendido que el remedio de las vacunas convertía a las personas en vacas, y no eran pocos los niños que salían corriendo despavoridos al pensar que si les vacunaban se convertirían en vacas.
El rechazo a occidente
También muy interesante es el contacto que se produjo entre los diplomáticos occidentales y las autoridades japonesas, prestando especial atención al choque cultural.
Son muchas las viñetas en las que se aprecia el recibimiento y las amenazas que recibieron los americanos tras su llegada a Japón; los planes que existían desde dentro del propio bakufu para impedir la invasión extranjera; y los planes que se articularon para castigar a los japoneses occidentalistas.
No fueron pocos los grupos de ideología extrema que trataron de impedir que el bakufu comerciara con el extranjero. Esto fue debido a que consideraban que era una ofensa que los bárbaros de Occidente pisasen la tierra del país de los dioses; y rechazaron lo que ellos consideraban un falso progreso.
Las negociaciones con occidente presentes en El árbol que da sombra
Finalmente, pese al rechazo de algunos sectores, la tónica general entre Occidente y Japón fue la negociación y la apertura progresiva de los puertos japoneses; pero tomando siempre como referencia el ejemplo de China, para no caer en sus mismos errores, víctimas del imperialismo europeo. En este particular resultan muy interesantes los protocolos impuestos a las autoridades americanas para el recibimiento ante el shogun; o las negociaciones del tratado de libre comercio, en donde la soberbia estadounidense se impuso a las reticencias japonesas.
En este clima de colaboración, también se hacen importantes las primeras delegaciones japonesas. Estas pusieron rumbo a los Estados Unidos y en donde ya se encontraba Fukuzawa Yukichi.
- El árbol que da sombra (8 volúmenes)
- Título original: Hidamari no ki
- Osamu Tezuka
- Traducción: Luis Pedriza y Megumi Hashiguchi (Daruma)
- Planeta
- 2006 (1ª edición, 1981-1986)
- 11,95€ cada volumen