En el año 2009 Antonio Altarriba publicaba El arte de volar, una biografía de su padre, contada en primera persona; y en la que Antonio Altarriba hijo se convertía en la voz de Antonio Altarriba padre. Sin duda un recurso llamativo en donde se difumina la línea que separa el protagonista del narrador, y que rápidamente capta la atención del lector. El cómic aparece dividido en cinco capítulos, más un sexto añadido en la última edición. Y el resultado es un fresco magistral sobre la historia de España en el siglo XX. Posiblemente el cómic más completo sobre la guerra civil española y el franquismo que se ha hecho hasta la fecha.
Fue el resultado de cinco años de trabajo en el que Antonio Altarriba nos cuenta la historia de su padre, un hombre humilde que nació en 1910 en Peñaflor, un pequeño pueblo rural de Zaragoza, y que pasó por las filas franquistas al estallar la guerra, más tarde se pasó a las fuerzas anarquistas, para terminar la guerra exiliándose en Francia, en donde participó en la lucha contra el fascismo. Aunque Altarriba barajó en convertir esta historia en el argumento de una novela, se terminó decantando por el cómic, cuyo lenguaje ofrece unos recursos únicos.
Entre la desilusión y la memoria histórica
El primer capítulo de El arte de volar actúa a modo de introducción. Nos muestra a Antonio Altarriba que decide poner fin a sus días y echarse a volar. Un inicio desgarrador, brillante e histriónico a partes iguales. Posiblemente contenga una de las escenas más recordadas y más emotivas que nos ha dado un autor español. Y a partir de aquí el cómic nos ofrece un cuadro de la historia de España centrándose en el personaje de Antonio Altarriba, desde 1910 a 2001.
En el segundo capítulo, El coche de madera, se centra en las primeras décadas del siglo XX. Vemos el contraste entre el campo y la ciudad y nos deja momentos brillantes: los muros que se levantan para separar el campo mientras los niños juegan a romper las reglas y saltarse las barreras; las oportunidades perdidas y sueños frustrados; la dureza de la vida en el campo; las fiestas del pueblo; y el pasado que siempre te persigue. El fragmento del accidente de coche es realmente conmovedor y resultará de algún modo catártico para el propio Antonio Altarriba, que jurará no volver a Peñaflor, su pueblo. Aunque como veremos, no será la última vez que no cumpla su propia palabra.
El arte de volar: retrato de la posguerra española
El más extenso de todos los capítulos de El arte de volar es el tercero, Las alpargatas de Durruti. En él se hace un repaso por todo el periplo vital de Antonio a lo largo de los años que transcurren entre 1931 y 1949. Segunda República, guerra civil y exilio en Francia. Termina el episodio con su vuelta a España. Altarriba empezará la guerra en el bando sublevado, aunque pronto encuentra el modo de alistarse con los defensores de la república, junto a los anarquistas.
Un capítulo que nos habla de afecto, amor, nostalgia, pena, horror, y muerte. Los distintos puestos que desempeñará Altarriba en la guerra, la dureza del exilio en Francia, la lucha antifranquista desde el exilio francés, o el próspero negocio del mercado negro. Vemos todavía a un Antonio Altarriba con principios, que cree en la alianza de plomo que conformó con sus compañeros, y que lucha por un ideal. Pero todo tiene fecha de caducidad.
Galletas amargas en una España gris
La vuelta a la España gris la vemos en el cuarto episodio, Galletas amargas. La posguerra española en todo su esplendor: estraperlo, familia tradicional, prostitución, Falange, retratos de Franco en las paredes, doble moral, vicio y corrupción. Y conocemos a Petra, la madre de Antonio Altarriba hijo, el autor del cómic, y que contará con cómic propio, El ala rota. Poco a poco Antonio quedará enterrado en la vida que nunca quiso tener. Y el nacimiento de su hijo no hará más que confirmar su estado de letargo. De la alianza de plomo pasará a la alianza de sangre; y con ello perderá cualquier atisbo de dignidad, y enterrará sus ideales.
El quinto y último episodio, La madriguera del topo, nos presenta ya a un Antonio Altarriba decadente, en sus últimos años de vida, viviendo en la residencia en la que poco tiempo después «echará a volar», como tantas otras veces hizo durante su niñez y su juventud. Pero esta ya será la última. Fabulosa la forma en la que nos muestra el estado anímico de Altarriba.
Como dijimos anteriormente, en la última edición se ha añadido también un capítulo extra muy interesante y conmovedor que aporta un componente vitalista a la obra, y cierra completamente el círculo que se inició con Antonio Altarriba lanzándose al vacío. Difícil no emocionarse con El arte de volar.
Metáforas visuales en El arte de volar
Uno de los grandes atributos del cómic es su capacidad para jugar con las metáforas visuales. Metáfora que percibimos ya desde el propio comienzo del cómic con la configuración de los capítulos como si plantas del edificio fuera; desde la cuarta planta al suelo, y toda una vida por el camino. Fabulosa también la metáfora sobre la depresión del personaje que vemos en el último capítulo. O las imágenes oníricas con las que nos presentan la vuelta a España de Antonio Altarriba después de su periplo francés.
El cómic es una introspección familiar similares a otras como Maus de Art Spiegelman, o Un largo silencio de Miguel Gallego. La historia de todo un país vista desde los ojos de un ciudadano común. El arte de contar lo cotidiano de forma totalmente maravillosa; un atributo que no está al alcance de cualquiera.
El arte de volar, Premio Nacional del Cómic
En el año 2010, el Ministerio de Cultura distinguió a El arte de volar como la mejor obra de un autor español editada en 2009, y le concedió el Premio Nacional del Cómic. El jurado estaba conformado entre otros por Paco Roca, y Felipe Hernández Cava y Bartolomé Seguí Nicolau; los ganadores de los dos últimos premios: Arrugas y Las serpientes ciegas.
- El arte de volar
- Antonio Altarriba (guion) y Kim (dibujo)
- Prólogo de Antonio Martín
- Norma
- 2020 (1ª edición de 2009)
- 23,90€