Berézina, el Fin del Imperio de Napoléon

La batalla del Berézina tuvo lugar entre el 26 y el 29 de noviembre de 1812; en medio de la retirada de las tropas napoleónicas de suelo ruso. El resultado de la batalla del Berézina resultó incierta. Los franceses sufrieron dolorosas pérdidas, pero por contra consiguieron traspasar el puente y poner fin a su aventura rusa. Concluía así una de las mayores derrotas sufridas por el ejército de Napoleón; y la palabra Berézina supondrá para la historia del pueblo francés un sinónimo de derrota o desastre.

Estos hechos han sido retratados en pinturas, novelas y cómics. Destaca la novela The Retreat, del autor francés Patrick Rambaud (2000); y traducido al español como Nevaba. Una novela un tanto caótica que refleja un fresco bastante fiel de lo que hubo de ser la retirada de las tropas napoleónicas. Y en el año 2016, Frédérick Richaud adaptó el argumento para el cómic Berézina. Con dibujo de Iván Gil, y color por parte de Albertine Ralenti y Elvire de Cock. El resultado fue una obra sobrecogedora que no podíamos pasar por alto en TBO en clase. Un cómic magnífico que retrató el caos y el desconcierto que se vivió en la retirada de las tropas francesas en su vuelta a casa.

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Napoleón emperador

En noviembre de 1799 (18 brumario del nuevo calendario), un general victorioso, Napoleón Bonaparte, con el apoyo de una parte de la burguesía, dio un golpe de Estado, concentró todo el poder en sus manos y se erigió primero en cónsul y posteriormente en emperador. La Revolución había terminado, pero Napoleón no pretendía volver al Antiguo Régimen, sino que consolidó los logros de la Revolución. Se inició así un proceso de consolidación y conquistas que llevó a Napoleón hasta el corazón de Rusia.

Napoleón controlaba Francia, Alemania, Prusia, Holanda, Austria, y a duras penas, España. Su gran rival político era Inglaterra, a la que sometía a un férreo bloqueo continental. Lo que no había conseguido en el campo de batalla, trató de conseguirlo por la vía política y económica. La idea era impedir que los ingleses introdujeran sus productos en la Europa continental. Pero sus efectos no fueron los esperados. Los ingleses, hábiles diplomáticos, lograron intrigar entre los rusos y los franceses, y desbaratar la situación de neutralidad que dominaba la diplomacia entre Napoleón y el zar Alejandro I.

Sea como fuere, en junio de 1812, Napoleón entró con más de 500.000 hombres en Rusia, con la firme convicción de terminar en menos de un mes la campaña. La Grande Armée se había movilizado. Nada más lejos de la realidad. Rusia se convirtió en una ratonera, y el principio del fin para Napoleón.

Napoleón llega a Moscú

Los rusos querían impedir a toda costa el triunfo francés en suelo propio, y para ello pusieron en marcha la táctica del suelo quemado, o tierra quemada. Una táctica militar consistente en abandonar el territorio antes de que las fuerzas napoleónicas llegaran; y quemar todo aquello que podía servir de avituallamiento a las tropas: alimentos, tierras, ganado o viviendas. Con todo, el ejército francés consigue llegar a Moscú.

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Moscú abandonada y sacrificada

Pero para sorpresa de todos, Moscú había sido abandonada. Prácticamente la totalidad de los rusos abandonaron la ciudad, y se la entregaron al emperador y sus tropas sin resistencia. El desconcierto de las tropas rusas es interpretado majestuosamente en las páginas de Berézina. De algún modo, Napoleón sentía que Alejandro I le había robado su triunfo.

Sin embargo, los rusos decidieron sacrificar la joya de la corona e incendiaron Moscú. Una de las ciudades más bellas de la vieja Europa fue incendiada. Sus murallas, palacios, las cúpulas de sus iglesias, sus jardines, sus casas de madera… Todo fue pasto del fuego. Tres cuartas partes de la ciudad fueron reducidas a cenizas y los franceses se vieron obligados a huir del infierno al frío; del fuego al hielo. Ese podría haber sido el punto de inflexión. Sin embargo, Napoleón se empeñó en no abandonar el suelo ruso. Aunque la decisión solo se pospuso unos pocos días. La cercanía del invierno, el incendio de Moscú, las constantes derrotas y el miedo a sufrir un golpe de Estado en Francia llevaron a Napoleón a decretar el regreso a Francia.

Berézina, la vuelta a casa

Pero el camino de regreso se convirtió en un infierno para las tropas francesas. Un camino tortuoso en el que tuvieron que cruzar escarpadas gargantas, las ciénagas del Nara, y los restos de sus propias batallas. Nieve, nieve, y más nieve. Muchos franceses se fueron quedando en el camino víctimas de las emboscadas de los cosacos y del frío. Los constantes ataques a la retaguardia y a la vanguardia frustraron cualquier esperanza de victoria francesa. Sin apenas víveres, sin ropa acorde para las altas temperaturas, y sin ningún tipo de esperanza, las tropas francesas no eran más que un triste espejismo de lo que habían sido meses atrás.

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El paso del río Berézina era el último escollo para las tropas francesas. Cruzar el Berézina suponía entrar en la actual Bielorrusia, dejando atrás el territorio dominado por las tropas del zar, y poner rumbo a Polonia. El plan inicial contemplaba cruzar el río congelado, pero todo se complicó cuando dieron buena cuenta de que el río no estaba congelado, y tuvieron que improvisar la construcción de un puente. La tragedia era inevitable, y previsible. Cientos murieron en las aguas heladas del Berézina; y cuando Napoleón y sus principales generales pasaron, el puente fue destruido, dejando a sus compañeros a merced de los cosacos. Se calcula que algo menos de medio millón de franceses perecieron o fueron hechos prisioneros en la campaña rusa.

Berézina, el cómic

Frédérick Richaud nos ofrece una versión personal en donde Napoleón consigue llegar a territorio francés despojado de todo patriotismo. La figura magnánima y grandilocuente se ve reducida a un mero espejismo. Un Napoleón que se ve obligado a despojarse de su uniforme y camuflarse para lograr regresar a París sorteando a sus enemigos.

Solo un puñado logró cruzar el Niemen… Dejaban tras de sí miles de hombres y mujeres arrastrados al desastre por el sueño de uno solo… Durante meses, aquellas sombras avanzaron en dirección a Francia, tambaleándose como borrachos. Algunos perdían el equilibrio y no volvían a levantarse. Otros sangraban profusamente por la nariz y la sangre se helaba  en sus barbas. Revoloteaban partículas heladas. Caían cuervos y se estrellaban contra el suelo como piedras. Los troncos de los árboles se partían rotos por el frío. Los pies descalzos de los hombres repiqueteaban como pezuñas, se les despegaba la piel de las piernas, se les veían los huesos, no sentían nada. Así regresaba el rebaño de los lisiados, el ejército de las larvas.

La visión que nos ofrece el cómic del regreso del ejército imperial es sobrecogedora. Una lección de historia muy alejada de la visión romántica que nos ofrecen los libros de texto. Y pese a las necesarias licencias del autor, Berézina ilustra de manera realista la otra cara de la moneda de la campaña de Rusia. Y todo ello con un dibujo excepcional de Iván Gil, del que podemos leer una magnífica entrevista. A lo que hay que sumar los textos de Víctor Hugo que acompañan en algunas partes de la historia.

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¿Dónde comprar el cómic Berézina?

Podemos comprar la obra Berézina en la web oficial de Ponent Mon. Y por supuesto, en cualquiera de vuestras tiendas habituales que tengan como servicio la venta de cómic online. Os aseguramos que no os arrepentiréis de su compra. Un cómic al que se le puede sacar mucho jugo para que nuestros alumnos y alumnas comprendan mejor cómo fue derrotado el ejército imperial de Napoleón.

En la misma web oficial se puede adquirir también la primera obra de Richaud y Gil  en colaboración, La batalla. Una obra que ilustra en este caso el paso de la Grande Armée por el Danubio, y la batalla de Essling. Otra historia sobrecogedora de las campañas napoleónicas.

  • Berézina
  • Frédéric Richaud (guión), Iván Gil (dibujo), Albertine Ralenti y Elvire De Cock (color)
  • Traducción: Fabián Rodríguez Piastri
  • Ponent Mon
  • 2018 (Edición Integral)
  • 39,00€

 

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