Grito Nocturno

El Premio Nacional del Cómic del 2023 ha resultado ser una sorpresa para muchos. Cuando muchos pensaban en lo último de Altarriba, en la magnífica El abismo del olvido de Paco Roca o en Ronson de César Sebastián, el premio fue a Borja González son su Grito Nocturno. Una obra que se inserta dentro de una trilogía del autor, que comparte algún personaje e incluso temática, pero que en realidad son obras conclusivas en sí misma.

A nivel gráfico, Grito Nocturno es una verdadera maravilla. Una obra espectacular, en donde el autor muestra toda su madurez. Colores planos muy al estilo de la línea clara, caras sin rostros, pero que irradian una enorme expresividad, y trazos simples. Con esta premisa, que Borja González ya venía mostrando en sus anteriores obras, nos ofrece una obra que artísticamente ya justifica el premio.

Desde el punto de vista narrativo es indudable también la calidad de la obra. El argumento invita a sumergirte en el cómic. El escenario es una ciudad triste, de tonos azules, en la que se escuchan rumores de fantasmas y chicas desaparecidas. Teresa es la dueña de una tienda de esoterismo, Matilde es una de sus clientas más habituales, y Laura es una demonio otaku, que es invocada por Matilde, aunque su sueño es que algún día alguien le llame desde Japón. Laura tiene el poder de hacer realidad un deseo a la persona que le invoque, pero Teresa no sabe qué pedir. Con esta premisa Borja González monta una historia muy fresca en donde se habla de amistad, frustración, soledad y angustia.

No eres como esperaba.

No esperes sin embargo una historia cerrada. La simplicidad de la que hace ostentación en todo momento el autor en realidad se traduce en una historia compleja, llena de aristas y de diferentes lecturas. Y sobre todo, de un final abrupto, difícil de interpretar.

El resultado es pues una obra llena de referencias y guiños al mundo audio-visual, muy potente desde el punto plástico, llena de lirismo y de una atmósfera poética, y con personajes que interactúan entre sí con una pasmosa naturalidad. Pero, y no es un pero cualquiera, se trata de una historia que no conduce a nada, que carece de final entendible, y que obliga al lector a imaginarse qué quiere expresar el autor. Obviamente es un final buscado por el propio autor, y que no es la primera vez que lo hace con sus obras, con lo cual no tiene por qué restar al resultado final del cómic. Tan bello como ambiguo, un autor a seguir.